Greenpeace presenta un informe que calcula cuánto podremos regar en las próximas décadas, según datos oficiales sobre el cambio climático, que pronostican menos precipitaciones y más calor, o sea, menos agua disponible. Si nada cambia, sólo un recorte del 20-25 % del regadío actual podría garantizar disponibilidad de agua suficiente para la población, pero los planes hidrológicos siguen proyectando aumentar los regadíos
Ayer, 30 de septiembre, se cerraba el año hidrológico 2023-24 con cifras mejores que el anterior. “Es un dato puntual y en vez de celebrar hay que trabajar: la crisis del agua se soluciona cuando hay agua porque, cuando falte, será tarde”
La emergencia climática hará que, antes de 2040, sea necesario reducir, en casi un millón, las hectáreas de riego actuales en España, especialmente las dedicadas a la agricultura intensiva e industrial. Esa es la conclusión del informe publicado ayer 30 de septiembre 2024 por Greenpeace bajo el título “¿Cuánto podremos regar? Análisis del agua disponible en una España con cambio climático”, que cuantifica el impacto que tendrá la reducción prevista de disponibilidad de agua en los próximos años (2030-2100) sobre el campo, teniendo en cuenta las previsiones meteorológicas y de aumento de la demanda, detalladas en el tercer ciclo de planificación hidrológica (hasta 2027).
Nuestro país cuenta con 3.975.000 hectáreas de regadío en la actualidad. Ha seguido aumentado sus regadíos hasta 2022 y propone, a corto plazo, seguir aumentándolos, como se observa en los diferentes planes hidrológicos de cuenca. Sin embargo, la propia estrategia de lucha contra la desertificación y todos los modelos climáticos para el futuro señalan que cada vez habrá menos recursos disponibles, más sequías y más frecuentes. Las precipitaciones serán más irregulares, por ello habrá más sequías y, paradójicamente, más inundaciones. Aumentarán los conflictos por el agua, como ya se ha visto, entre agricultura e hidroeléctricas, el uso urbano y el recreativo o los caudales ecológicos de los ríos y los ecosistemas acuáticos, que hasta ahora no se incluían en la ecuación. Pero también entre comunidades autónomas y, en el futuro, entre comarcas o ciudades, por los aumentos de demandas y la disminución del recurso agua disponible.
Ayer se cerraba el año hidrológico 2023-24 con cifras mejores que el anterior, con los embalses al 47.92%. “Es un dato ascendente puntual en medio de una tendencia descendente. Y cualquier persona sensata entiende lo que eso significa. En vez de celebrar, hay que trabajar: la crisis del agua se soluciona cuando hay agua porque, cuando falte, será tarde. Y la solución pasa por el regadío -sobre todo el intensivo-, que se está llevando el 80% del agua”, explica Julio Barea, responsable de la campaña de Agua en Greenpeace. “No estamos diciendo que el regadío es malo, estamos señalando que, a menos disponibilidad de agua, hay que reducir demanda. Y hay que hacerlo bien para que los pequeños y medianos agricultores no se vean sin futuro, señalando a quienes acaparan aguas y tierras para la agricultura intensiva” .
MENOS PRECIPITACIONES
Según datos del CEDEX (Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas), se esperan unas reducciones moderadas de precipitación en el primer tercio del siglo XXI, que se harán mucho más intensas de ahí en adelante. Los datos futuros no se pueden predecir exactamente, por lo que elaboran dos modelos de hipótesis: la 4.5, que es la optimista y asume un momento máximo de emisiones de gases de efecto invernadero para 2040, previendo que disminuirán después, y la 8.5, más pesimista, que asume que las emisiones continuarán aumentando durante todo el siglo XXI.
EVAPOTRANSPIRACIÓN
El incremento de la temperatura conlleva un incremento de la evapotranspiración (ETP). Se espera un fuerte aumento de ETP para mediados del siglo XXI, con incrementos cercanos al 10% en las cuencas más extensas, que en el último tercio del siglo seguirán aumentando, acercándose al 20%.
Por todo lo anterior, según los datos públicos, tendremos entre un 4,04% y un 6,88% menos de agua de aquí al año 2040 (previsiones más a futuro introducen ya muchas incertidumbres en los cálculos) y, aún así, paradójicamente, las demandas previstas por los planes de cuenca de tercer ciclo arrojan más de 4.000 hm3 de exceso, ya de entrada.
Y todo eso sin tener en cuenta otras variables que agravan, y mucho, el problema, como que las peores previsiones en la realidad están siendo superadas, también que existe mucho regadío ilegal no contabilizado (cerca de un millón de pozos ilegales) y que buena parte del riego lo “perdemos” en exportación, en desperdicio alimentario, en excedente agrario, en macrogranjas…
Propuesta de reducción de Greenpeace
España ya tiene una presión de demanda de agua insostenible, por lo que es preciso rebajarla, reduciendo las superficies de regadíos y los volúmenes de agua usados en ellos.
Traducir los hectómetros cúbicos a hectáreas de regadío que hay que eliminar es difícil de calcular a futuro pero, aplicando el planteamiento de que la reducción de superficie se realizará de forma proporcional a los diferentes cultivos actuales, se podría estimar la superficie de regadío máximo para 2040.
Greenpeace propone una reducción del 20-25 % del regadío, lo que, en términos de superficie, supone una reducción de entre 650 mil hectáreas y casi un millón hasta 2040, en base a las previsiones oficiales del cambio climático en España (entre 800 mil y casi un millón de hectáreas en el caso de la cuantificación por ESYRCE -Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos- y entre 650 mil y 800 mil por la cuantificación realizada por SIOSE -Sistema de Ocupación del Suelo de España-) y a los problemas añadidos, citados antes, y no recogidos en dicha previsión.
“En el marco de la emergencia climática, gestionar el agua es crucial. Las cifras son claras: de seguir como hasta ahora, llegaremos a un colapso hídrico”, concluye Barea.
Algunas de las demandas recogidas en el informe:
Poner en marcha de forma urgente una moratoria a los nuevos regadíos intensivos
Reducir para 2040 un total de 983.981 hectáreas de regadíos. Para ello es necesario que el Gobierno establezca una hoja de ruta de reducción de los regadíos incluyendo en la planificación el cambio climático.
La reducción de estos regadíos debe enfocarse a las grandes explotaciones (fondos de inversión, empresas del agribusiness…), así como a aquellas que, por su cultivo, obtienen altas dotaciones por hectárea y, por lo tanto, no se adaptan a las condiciones climáticas actuales (regadíos en superintensivo de frutos secos, superintensivo de olivar, aguacates…).
Eliminar todos los regadíos ilegales del país.
Las reducciones de regadíos se deben realizar sobre las zonas de los actuales regadíos (516.803 hectáreas) que están ubicados sobre zonas tensionadas (sobre acuíferos en mal estado cuantitativo y químico así como sobre zonas vulnerables a la contaminación por nitratos).
Congelar totalmente la inversión en nuevos regadíos en todas las cuencas.
Los proyectos de modernización de regadíos deben revisarse para evitar que se usen como falsa justificación y solución para incrementar la superficie de regadío y prometer nuevos derechos de riego.
Es necesario revisar los destinos finales de los productos de los regadíos a los que van asignadas las demandas de agua.
Desligar la modernización de regadíos del incremento de producción. El agua que se puede ahorrar con la eficiencia debe volver a la red de drenaje natural. Es especialmente importante defender y preservar los caudales ecológicos.
Las nuevas inversiones en eficiencia del regadío o para conseguir más recursos hídricos, a través de desalación-reutilización, deben repercutir íntegramente los costes de la inversión en los usuarios que las demanden. Especialmente si los beneficiarios de estas inversiones no son pequeños y medianos agricultores.
Reducir de forma progresiva la cabaña ganadera en intensivo para alcanzar un 50% menos en 2030 y así reducir la demanda directa e indirecta de agua y también su contaminación.
Fuente: Greenpeace